Tuesday, February 06, 2007

Mar del Plata para todos!

Cuando mis pies pisan la arena de Mar del Plata...

...también pisan un cigarrillo, la tapita de una Coca, medio pañal, dos chicles y un dedo (mejor no preguntar)...

...me sacude la misma sensación siempre,
¡por qué mieda la gente viene a pasarla tan mal!

Desde la salida que recuerda la desdicha de una vuelta a casa, sol de frente en la Buenos Aires-La Plata, todo tiene una carga brutal de esfuerzo, sufrimiento y desesperanza.
Autos desvencijados, balseros cubanos apostando todo al doble cero, se lanzan en una épica y heroica marcha hacia la arena prometida. Siete u ocho personas en los troncos, niños inquietos en regazos de ancianas pacientes.
Parada obligada, aunque irracional en el Atalaya para reintoxicarnos con lo que, se supone, el primer manjar de la rivera, pesadas medialunas que fermentarán en las dos-tres-cuatro horas que durarán los 200km restantes.
El camping -o el depto- es testigo de la elefantitis genital posterior a la odisea. Pero allí está, la tierra prometida. Liberando las croissants se hace espacio a la reintoxicación, dos havannas, uno tras otro, sin descanso; tal vez no estalle el bobo esta noche.
Y sí, las patitas de todos veloces van, como tortugas del Discovery Channel de la arena a la mar. El descanso comienza en la Buenos Aires con costa. Los espectadores, como apretados en una manifestación, de cara al mar dictador lo escuchan rugir. Uno al lado del otro, apretados, luchadores de la misma causa, épicos sobrevivientes de un año turbulento y de la marcha a la tierra-mar.
La noche les hará recordar sus días de colegio, 1er grado, 2do grado y hasta 3er grado, lastima que sea en quemaduras -¡con cuanto miedo les escapo yo a esos recuerdos!-.
Luego, las compras. Mejor no me referiré a la voraz lucha por hacerse de alimentos en un supermercado Devoto de tres cajas. Estas son las mejores colas del verano.
Ya al tercer día, el lujo de ir a comer afuera. Una, dos, las horas pasan y al fin adentro. Tres cuatro, son atendidos. Cinco, seis, llega el camarón y la carne jugosa; cazador y casado comparten el mismo color.
Y se decide la vuelta, con un par de caracoles en un frasco, artesanías en caracol, ¡caracoles!* ¡Más colas a la vuelta!

Despegandome uno de los dos chicles, admiro, entiendo, el orgullo épico de haber llegado todo lo paga.

*sentí verguenza cuando hice este chiste.



1 comment:

Anonymous said...

Volvete a Punta del Este oligarca, La Feliz es para los porteños, peronistas y de Boca como el que escribe...

PD: Tu reseña se aplica, lamentablemente, a TODAS las ciudades costeras. Dependiendo de donde lo enfoques, claro esta.

PD2: Sos un careta porque tu chica va a balneario privado como niña bien.

PD3: Con cariño, bicho...